tras estelas de recuerdos que duelen
no dejando curar las cicatrices.
La vida duele si aprietan el corazón,
y al mío no le dan tregua,
no dejan espacio para el suspiro.
He tocando fondo una y otra vez
y he aprendido a vivir mi vida al revés,
jugando con el tiempo al unísono
que me escondo dentro de mí buscando mi sonrisa.
Esperando a la deriva
que llegue la paz que siempre está ausente,
sintiendo que cada vez me hago más de noche.
Furioso ruge el mar en mis entrañas,
lamentando en silencio demasiadas ausencias,
mientras besos de cristal se rompen en mis labios.
Demasiadas heridas abiertas por reproches,
partidas sin vuelta, rencores y culpas encontradas
en calles desiertas, repletas de olvido.
Mi voz enmudece
tragando el grito hecho eco en mí adentro,
envuelto en la desilusión de saberme desconocido e ignorado.
Siento que no formo parte del sueño de nadie,
frio por falta de la calidez del abrazo y triste por la ausencia de ese beso que nunca llega,
haciéndome cada vez más invisible.
Mañana será demasiado tarde,
este cuento se habrá acabado,
mientras me he perdido intentando volver sobre mis pasos,
entre espejismos que se desvanecen al buscarme tras mi espejo roto.
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