Los llantos que ahogan gargantas
coquetean con las dagas de la indiferencia
en las calles oscuras del barrio de las vergüenzas,
entre banqueros despiadados y prostitutas viejas,
donde unos sueñan de vivir sin hambre,
mientras otros se ahítan de su pobreza.
A lo lejos suena un blues,
en el límite donde todo empieza,
donde se juntan las reales bajezas
con las miserias del que no ha nacido estrella.
Balcones con ropa tendida junto a los
sueños desahuciados por la indecencia,
mientras en los palacios de cristal
bailan los honorables con las princesas,
encorsetados con las estrecheces de su opulencia,
el baile de los malditos,
malditos por las miserias.
Como brillan a lo lejos los palacios
donde las cenicientas olvidaron su decencia,
mientras aquí esperamos la noche
arropados entre sueños de cartón,
y con la esclavitud como condena
En las calles del barrio de las vergüenzas
ni Dios tan siquiera mira,
por no mirar, hasta se olvida
que entre tanta miseria,
aun hay gente que respira,
gente que subsiste con los recuerdos del pasado,
mientras los causantes de la miseria siguen
en los palacios bailando.
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