viernes, 5 de agosto de 2016

Donde muere cada día la luz - Pere Ll. Mataró

Donde se pierde la linea del horizonte,
en el lugar donde el sol de hunde en el mar,
donde día a día muere la luz,
acurrucado en un espacio del tiempo
donde el sol y la luna se abrazan discretamente
ocultándose del mundo,
lamo mis heridas que siempre sangran.

El olvido me traiciona,
y vuelve siempre a mi regazo trayéndome lo que que algún día de llevó.
Devolviendome dolor y alegría fundidos en una amarga sensación,
como si hubiera sido otro el que vivió esos instantes.



Cada una de las muescas marcadas en el alma,
son testigos de desengaños de amores fracasados,
que murieron en el intento de comer perdices y ser felices
sin llegar al colorin colorado para hundirse en el negro.

Paraísos perdidos en busca de la tierra prometida,
anhelando el beso de miel que secuestrara mi razón,
buscando el afrodisíaco del momento seguro
donde no existía más que el suspiro improvisado.

Perdiendo constantemente la libertad del carecer de mañana,
envenenada por la costumbre, perdiendo la magia,
la inmunidad de ser feliz una y otra vez,
para volver a caer repetitivamente en los brazos de esa amante eterna
llamada Soledad.

Encontrando mentiras como moneda de cambio a instantes de placer,
mentiras de verdad y verdades de mentira,
refugios pasajeros, débiles esperanzas escondidas en tristes miradas,
doctrinas encontradas donde se idolatran ilusiones con fecha de caducidad,
mientras por las muescas del alma sangras una y otra vez
en esta hemorragia imperecedera que te desangra a gritos del “te quiero”
repetido e inapropiado, hasta dejarte sin aliento, sin vida.

Donde se acaban las tormentas
yacen las vidas de los que volaron,
de los soñadores en busca del santo grial,
los que perdieron el amor sin haberlo encontrado nunca,
mientras los futuros inciertos despistaban la perspectiva de lo real,
la perspectiva del horizonte donde muere cada día la luz.

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