tus ojos derraman victimismo,
deleitando orejas vagas
que poco les importa la verdad.
Gritas mi pecado desairada,
no por el amor perdido,
que quizás nunca estuvo a tu lado,
sino por el temor a perder la comodidad
de saberte mantenida.
Vendes tu despecho a los cuatro vientos
con el único fin de obtener pena
ante los que fueron amigos en el camino,
vertiendo el veneno de tu falsedad
incluso a mis más cercanos.
Todo vale en esta tu estupidez,
con tal de demostrar que tu cara falsa
es tu realidad imperecedera, la autenticidad,
creyéndote tus mentiras
y tus delirios de grandeza.
Es tal tu mentira
que hubo un tiempo en que me la creí,
hasta que pude liberarme de la venda
que cubría mis ojos
y descubrí que perversidad se oculta detrás de
de tu mascara hipócrita.
No dudas en hundir tu daga envenenada de falsedad
intentando arrancarme, no la plata,
que ya hace tiempo me arrebataste,
sino mi alma,
pero lo que no sabes,
es que mi alma vuela alto fuera de tu alcance,
lejos, muy lejos de tu mezquindad enmascarada.
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