como el aire que roza las olas del mar
o tu pelo en cualquier atardecer.
A veces siento la necesidad de desgarrarme el cuerpo
hasta llegar a mis adentros,
donde la carne es lo de menos,
y volver a ser parte de lo etéreo,
de lo impreciso, del quizás, del tal vez.
A veces tengo demasiada sed
que me siento árido,
demasiados años pesan
y encorvan mi espalda.
A veces siento
que el corazón apenas galopa,
voy de prisa, sintiéndome empujado,
sin saber a donde ni el porque,
entre una ciudad que anestesia voluntades,
cárceles de piedra y hierro retorcido,
donde se ahogan sueños de niño.
que el corazón apenas galopa,
voy de prisa, sintiéndome empujado,
sin saber a donde ni el porque,
entre una ciudad que anestesia voluntades,
cárceles de piedra y hierro retorcido,
donde se ahogan sueños de niño.
A veces
quisiera olvidarme de este cuerpo
que me limita,
de estas manos,
de tantos pecados plastificados
y ordenados cronológicamente
en mentes enfermas.
A veces,
siento el aliento de ese viento
que vuelve tras acariciarte
para liberarme de la zozobra de la mañana.
A veces
quisiera dejar este cuerpo
y abandonarme a tu suerte,
dejándome enmudecer tras cerrar los ojos.
quisiera olvidarme de este cuerpo
que me limita,
de estas manos,
de tantos pecados plastificados
y ordenados cronológicamente
en mentes enfermas.
A veces,
siento el aliento de ese viento
que vuelve tras acariciarte
para liberarme de la zozobra de la mañana.
A veces
quisiera dejar este cuerpo
y abandonarme a tu suerte,
dejándome enmudecer tras cerrar los ojos.
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