convirtiendo el latido en lo más superfluo y etéreo,
como el caer de una piedra en un pozo sin fondo,
o el romper de la lluvia sobre el suelo adoquinado.
Este pensamiento inconmensurable,
que se cree sempiterno en un mundo de soledades adosadas
se convierte en algo inefable y perverso para el alma.
Mientras el petricor de la lluvia sobre el suelo seco y quebradizo
me traslada a otro tiempo perenne de recuerdos
donde ojala te vuelva a encontrar por primera vez,
descubriendo en medio de la oscuridad tu luminiscencia compasiva
y nuevamente encuentre tu ademán de alcanzar mi mano.
En esta mi última época de resiliencia
que hace desvanecer poco a poco la melancolía aprendida
que ha ido aprisionando los sueños
aprendo a escuchar el canto melifluo de tu voz
que me mece en la elocuencia de este silencio cómplice compartido.
En esta limerencia empalagosa,
donde el abrazo incandescente cosido a tu espalda sacude este amor acendrado
e inmarcesible, encuentro la paz anhelada
prendándome de tu bonhomía que apacigua al lobo que vive en mi,
a la espera del desenlace de esta vida acelerada
donde el abrazo incandescente cosido a tu espalda sacude este amor acendrado
e inmarcesible, encuentro la paz anhelada
prendándome de tu bonhomía que apacigua al lobo que vive en mi,
a la espera del desenlace de esta vida acelerada
que como suspiro pasa,
aferrándome a ella, como último acto de rebeldia
y viviendola más intensamente que nunca.
y viviendola más intensamente que nunca.
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