Paseando
mi insomnio donde la humedad se hace calle,
entre
proscritos y mujeres llamándome con siseos y susurros,
en ese
mundo oculto del día y amparado por las sombras,
donde
sus inquilinos esperan que lo oscuro amanezca,
quizás
esperando desintegrarse con los primeros rayos de luz
para
fundirse con la nada
y
desertar del espanto de haber nacido.
En ese
peregrinaje lento de las horas viscosas que
resbalan por los adoquines de esas calles húmedas
que
pisaron otras miserias y desconsuelos,
mis
pensamientos se quebrantan
ante la
ausencia y la indiferencia que se respira en el aire.
En ese
instante de deriva,
bajo una
luna negra envuelta en brumas,
donde el
dolor se hace carne,
vuelve
mi consciencia,
al
recordar que existes, y es
entonces cuando despierto de mi agonía transitoria y vuelvo a casa.
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